miércoles, 10 de noviembre de 2010

Beethoven - Artículo contra el aborto.

En cierta ocasión Madre Teresa afirmó que “el peligro más grande para la paz es el aborto. Porque si podemos destruir la vida que Dios nos da, y si la madre puede ser verdugo de sus hijos, entonces, de las otras matanzas y guerras en el mundo, ¿qué diremos?”

Pues resulta que actualmente no se para de decir cosas sobre las otras matanzas y guerras, siempre -“por supuesto”- en el contexto de una paz violada o defendida. Pero me temo que casi nadie se ha puesto a pensar en serio por qué alguien como la Madre Teresa ha dicho que el peligro más grande para la paz es el aborto y no las guerras.

Y es que detrás del aborto hay siempre un homicidio del ser humano más inocente e indefenso; y hay muchas veces una madre que rechaza y condena a muerte a su propio hijo. Y esas dos cosas, consideradas en su verdad, son tanto o más horribles que un conflicto bélico.

Si el hombre hoy día se permite con la mayor tranquilidad del mundo eliminar a una criatura inocua, y si acepta que una madre pueda condenar a la pena de muerte a su niño, ¿qué no se podrá permitir y aceptar entonces?

Porque si se abre la puerta al aborto, que es la aplicación de la pena capital a niños sin culpa e inermes -pedida por sus madres como un “derecho”-, entonces se está también abriendo la puerta no sólo a las guerras, sino a tantas atrocidades más como la eutanasia, el genocidio étnico y otras parecidas.

Y me parece que nadie tiene el derecho de abrir esa puesta. Ya que, por más vueltas que le demos, no hay nada que pueda justificar o legitimar el asesinato de un ser humano inocente. Nada ni nadie.

A este respecto recuerdo que en un debate ante la televisión francesa, Lejeune preguntó a Monod:

- “De un padre sifilítico y una madre tuberculosa que tuvieron cuatro hijos, el primero nació ciego, el segundo murió al nacer, el tercero nació sordomudo, y el cuarto es tuberculoso; la madre queda embarazada de un quinto hijo. Ud. ¿qué haría?”

- “Yo interrumpiría ese embarazo”, respondió con toda seguridad Monod.

A lo que su contrincante le contestó:
- “Tengamos un minuto de silencio, pues hubiera matado a Beethoven.”

Muy bien contestado. Y no por tratarse del genio de Beethoven, sino porque Beethoven, antes y muy por encima de ser un genio, es una persona humana que merece respeto como tal y tiene el mismo derecho que todos a nacer, independientemente de su supuesto estado y capacidad físico-mental.

Por desgracia actualmente tendríamos que guardar no un minuto, sino muchos días y meses de silencio por la muerte de tantos seres humanos víctimas del aborto. Y quién sabe si entre ellos no se ha truncado ya la vida de algunos otros Beethoven...

Fuente: Catholic.Net

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